LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN COMO CONSTRUCTORES DE OLVIDO.
María Teresa Herrán en La Memoria frente a los crímenes de lesa humanidad. Fundación Manuel Cepeda Vargas, Bogotá 1996.
Quizás nada más demostrativo de esa capacidad de construcción del olvido por parte de los medios de comunicación que lo que hoy nos congrega en tomo al tema, por iniciativa de la Fundación Manuel Cepeda Vargas.
En efecto, a un año de su muerte, los medios no han vuelto a ocuparse del proceso penal por su asesinato, como ha sucedido con otros tantos procesos de otros tantos asesinatos, que ocupan durante algunos días las primeras planas para luego diluirse sigilosamente en el olvido.
Esa realidad admite sin embargo una doble lectura. Por un lado, no es posible atribuirle a los medios de comunicación y a sus periodistas la responsabilidad por aquello que no les incumbe, como es el caso de la impunidad. El mal funcionamiento de nuestro sistema judicial que entroniza la impunidad es sin duda el mayor estímulo para el olvido. La impunidad produce miedo y el miedo produce la reacción social de ignorar lo que está sucediendo.
Pero es en esa reacción en la que los medios de comunicación juegan un papel substancial, por distintas razones, las unas características de la actual sociedad de información y las otras específicas del caso colombiano.
Los medios como productores de ruido
Uno de los libros más lúcidos que se han escrito sobre la dinámica de los medios en la sociedad contemporánea es el de Orrin E. Klapp, Información y moral, estrategias de apertura y cierre ante la nueva información (Fondo de Cultura Económica, México, 1985). Publicado por primera vez hace 16 años, y poco mencionado si se compara con obras de gurúes de los medios como MacLuhan, es un análisis de cómo las sociedades reaccionan ante el fenómeno contemporáneo de sobrecarga de información. Esta sobrecarga de información, lejos de informar, se transforma en ruido, es decir, a nivel individual y colectivo, lleva a una incapacidad "para cooperar, comunicarse, decidir juntos o transmitir mensajes" (pág. 68). Ante esa sobrecarga de información se producen reacciones como percepciones selectivas (la gente tiende a ver o escuchar comunicaciones favorables o comparables con sus disposiciones), y aislamiento estético o moral. En ese sentido, la tesis neoliberal del mercado, libre de las ideas, no sólo no produce mayor cantidad de ideas, sino tampoco mayor comunicación.
En cualquier sistema, esas sociedades que Klapp llama abiertas no necesariamente resultan mejores que las cerradas y ello es obvio en el tema que nos ocupa. Sin duda, en las primeras se tiende a minimizar aquello que precisamente forja la identidad desde el punto de vista individual y colectivo. De esta manera, lejos de fortalecernos como pueblo, esa apertura comunicacional nos ha debilitado. Y en contraste, aparecen con identidades mucho más sólidas sociedades que se podrían llamar cerradas, como lo son las comunidades indígenas, cuya identidad, por cierto, se va diluyendo en la medida en que se abren a las sociedades nacionales en el seno de las cuales subsisten.
Ese ruido o sobrecarga informativa producida por los medios carece de los elementos de aquello que Klapp llama "redundancia buena" que contribuirían a recordarnos como pueblo. Por el contrario lleva, paradójicamente, a una saturación de pocas noticias, repetidas incansablemente a través de los medios y con una lógica consistente de economías de escala, para beneficio de los grupos económicos y políticos que son dueños de esos medios.
En otras palabras, la sobrecarga de lo inmediato y fugaz, característica de los medios de comunicación actuales, lleva necesariamente a la "pérdida de lo bueno del pasado" pero también al olvido de los errores cometidos para evitar que se reproduzcan.
El papel de los medios en la amnesia colombiana
De manera específica, puede decirse que el papel de los medios de comunicación en la amnesia colombiana en relación con los crímenes atroces es en ese sentido substancial. Tiene, entre otras, las siguientes características:
1. Minimiza la tragedia por redundancia descontextualizada. La producción de noticias sobre muertes violentas individuales y colectivas lleva a una costumbre de la muerte, de tal manera que ésta pierde su sentido trascendente, tanto individual como colectivamente. Así enfocada, la muerte se vuelve anónima, aun en el caso de líderes políticos conocidos, cuyos asesinatos se acumularon, sobre todo en el 89 y 90, uno tras otro.
2. Minimiza la muerte violenta por falta de contraste. Al igualarse la muerte natural y la violenta, a ambas las envuelve el fatalismo social y su correspondiente anomia. Pero también, en la presentación noticiosa, la muerte violenta tiene exactamente la misma jerarquía que cualquier otra noticia. En muchas oportunidades, a la noticia de una masacre se le ha dado el mismo despliegue que al resultado de un concurso de belleza, lo cual refuerza en el receptor esa impresión de que la muerte violenta es natural.
3. Minimiza las causas de la muerte violenta. Por el temor que se mencionaba antes, tanto la impunidad como las causas de las muertes se vuelven temas omitidos. En ese sentido, sí puede y debe establecerse una relación directa entre la punibilidad (o la persecución por parte de la autoridad) de ciertos delincuentes y el cubrimiento por los medios de comunicación de temas afines: a mayor impunidad, mayor omisión.
Es grande, por ejemplo, el contraste entre la manera como se han cubierto los episodios de los narcocasetes o de la persecución al cartel de Cali y los de masacres, actos violentos de grupos paramilitares, y muertes por delincuencia común. Antes de la ofensiva contra el cartel de Cali, ni éste ni sus vinculaciones con la elite vallecaucana existían para los medios de comunicación. En la medida en que la autoridad actúa judicialmente contra el cartel, éste se "mediatiza" para utilizar un extranjerismo, es decir, se recrea en los medios (o se "mediatiza", para utilizar una poco afortunada expresión).
Lo anterior recalca cómo, en el fondo, los medios son y serán siempre el espejo, el reflejo de la sociedad en que actúan, por lo cual no puede acusárselas de aquello que esa sociedad produce, incluidos los propios medios. Dicho de un modo más elemental y gráfico, si las cadenas Caracol y RCN son lo que son y producen la información que producen, no es por generación espontánea, por una especie de premeditación informativa, aislada de todo contexto de poder político y económico. Es esta estructuración económica y de poder político que lleva a esos resultados de manipulación u omisión informativas. Y aquí nuevamente, permítanme insistir, los medios no son causa de determinado tipo de información: la causa debe buscarse más lejos, en la estructura misma de propiedad de esos medios.
Las causas reales de la amnesia colombiana
Como transmisores de mensajes, sin duda alguna, los medios de comunicación refuerzan estas características sociales en las cuales actúan. ¿Cuáles son en Colombia?
1 Concentración del poder económico y político: la guerra de las cervezas se vuelve así más importante que la guerra por la democracia o contra la impunidad, a pesar de que los medios de comunicación hagan mucho ruido sobre esta última.
2 Escasa capacidad de actuación solidaria de los ciudadanos: el asesinato de mi vecino no me concierne porque, a diferencia de lo que opinaba Brecht, se piensa en Colombia que si mi vecino muere, el próximo no seré yo.
3 Individualismo que implica la estrategia del "sálvese quien pueda" y el fatalismo de que "quien muere, debía morir".
4 Predominio institucional y educativo del discurso sobre la acción, de lo formal sobre lo real, de lo circunstancial sobre lo esencial. En ese sentido, más que un escape, el refugio en lo formal se ha vuelto un estilo de vida o mejor, una vivencia. La excesiva importancia que le dan los medios de comunicación al cubrimiento de lo político en sus aspectos formales (¿teatrales?) es un ejemplo significativo de esta característica social.
Cómo recuperar esa capacidad de cierre, es decir, de memoria y de reflexión.
Pero no todo está perdido en la realidad colombiana o en aquella que escogen los medios de comunicación.
Hay iniciativas como la de la Fundación Manuel Cepeda, que se proponen luchar contra el olvido. Otras empiezan a brotar después de la catarsis, como las que se producen en el campo artístico,(pienso en grupos de rap), o filosófico (pienso en un Luis Carlos Restrepo). Son la prueba concreta de que hay en Colombia una insospechada capacidad de recuperación de lo que podríamos llamar nuestra identidad y de la búsqueda de algún sentido de pertenencia. A ellas debemos aferrarnos, como náufragos tercos de aquel barco desatinado que nosotros mismos ayudamos a construir.