Samir Flores Soberanes, quien lucha por la vida nunca muere
Foto: PBI México
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El sol del mediodía arde implacable en el pequeño patio de Santa María Mixtequilla (SMM), estado de Oaxaca, donde se encuentran reunidas unas 50 personas. Algunas mujeres intentan refrescarse con abanicos de papel, mientras los hombres llevan grandes sombreros para aliviar el calor del Istmo. Un anciano, de pie, habla con decisión mientras la multitud apoya sus palabras con imperceptibles movimientos de cabeza: “quieren pagarnos por un metro de tierra lo que vale un kilo de tortillas”.
En México, al igual que en el resto de la región y en gran parte del planeta, la lucha por los derechos de los pueblos indígenas, la tierra, el territorio y un medioambiente sano se ha convertido en una de las reivindicaciones más extendidas y, por desgracia, con mayores riesgos para las personas, organizaciones y comunidades que las llevan a cabo. Esto se debe a una multitud de factores, desde los intereses políticos y económicos que afectan hasta la falta de perspectivas comunitarias e interseccionales a la hora de garantizar su protección, seguridad y legítima labor que desempeñan.
“Frente a la desmemoria, que contribuye a la opresión y marginación, se reivindica el arma de la memoria. La memoria es fundamental en la vida de los pueblos, ya que evita que caigamos en el olvido de nosotros. A través de la memoria se le da sentido y, por lo tanto, estabilidad a la existencia humana. En la memoria la tierra es mucho más que un espacio productivo, ya que está llena de símbolos y referencias entrañables, por eso los viejos de Temoac exclaman con vehemencia ‘esta tierra costó sangre’ en referencia a la gesta zapatista ‘y por eso no se vende’.
Inmersa en lo profundo de las montañas de la Sierra Madre Occidental, en el noreste de México, se encuentra la comunidad rarámuri de Choréachi, ubicada en el municipio de Guadalupe y Calvo, a más de 16 horas de camino desde la ciudad de Chihuahua. Choréachi está ubicada entre los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua, en una zona rocosa y montañosa con vías de terracería de difícil y peligroso acceso.
El 30 de agosto de cada año, se conmemora el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. Este año se cumple el décimo aniversario del establecimiento de la fecha por parte de Asamblea General de la Organización Naciones Unidas (ONU) [1], propuesta por la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, para reiterar la responsabilidad de los Estados sobre la protección de todas las personas desapariciones y quienes les buscan.
Personas Defensoras de la Sociedad Civil Mexicana y Europea se reúnen en el Triálogo de Derechos Humanos junto con Representantes de Gobierno de México y Unión Europea.
El pasado 30 de agosto se conmemoró el Día internacional de las víctimas de desapariciones forzada, día que fue designado en 2010 por la Asamblea General de la ONU debido al creciente número de desapariciones forzadas o involuntarias en diversas regiones del mundo, así como al aumento de denuncias de actos de hostigamiento e intimidación hacia testigos o familiares de personas desaparecidas.1 Este día, además de recordar a las víctimas de este flagelo mundial, pretende igualmente hacer un reconocimiento de la e