Hoy, 29 de noviembre de 2022, el Día Internacional de las Defensoras de los Derechos Humanos, celebramos a las mujeres fuertes y valientes que forman la columna vertebral de la lucha por una vida más justa.  

Este artículo presenta las historias de Teresa Castellanos, integrante de El Frente de Pueblos en Defensa de la tierra y del agua Morelos, Puebla, Tlaxcala (FPDTA), Maricela Vázquez del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte (CDH PdN) de Ciudad Juárez, Carmen González (pseudónimo) de la comunidad Bosques de San Elías Repechique de la Sierra Tarahumara de Chihuahua y Judith Gonzáles de Alianza Sierra Madre A.C. (ASMAC) también en Chihuahua. Todas ellas tienen en común el ser mujeres que PBI acompaña orgullosamente en sus luchas por la defensa del territorio y los derechos humanos aquí en México. 

Teresa Castellanos

Teresa Castellanos del FPDTA en Huexca, Morelos, es un ejemplo de las mujeres que llegan a la resistencia en contra de megaproyectos, gracias a un entendimiento profundo del valor de la vida y la necesidad de vincularse a los movimientos que luchan por el bienestar, y  asegurar  así un futuro para nuestros hijos e hijas.  Durante su acercamiento a la resistencia contra la hidroeléctrica y todo lo que implica el proyecto impuesto en territorio indígena, Teresa empezaba a entender que la opresión no solo se vivía en grandes escalas, sino también en la casa.  

“Me di cuenta que estaba siendo violentada por parte de mi ex-pareja y que mis hijas estaban en peligro”.

Al narrar la historia de su involucramiento en el movimiento, por el cual han sufrido amenazas ella y su familia, nos permite ver lo que tienen en común los ataques en contra de las mujeres defensoras:

A pesar de su reconocimiento actual como mujer luchadora clave del movimiento de resistencia, su llegada a este rol no ha sido fácil.  Las mujeres defensoras no solo se enfrentan con el machismo cotidiano de la sociedad, sino también con el rechazo a su liderazgo por movimientos de organización política.  Tere se enfrentó a comentarios que ponían en duda sus convicciones, que cuestionaban sus motivos políticos, diciendo que estaba buscando hombres no más. Sin embargo, poco a poco se fue ganando la confianza de sus compañeros.

“Me veían como una mujer que se estaba posicionando y que tenía firmeza en lo que quería. De repente este machismo que estaba tan arraigado en la comunidad se fue yendo”.

Maricela Vásquez

Maricela, abogada de CDH PdN fue reconocida, en 2017, con el premio Sir Henry Brooke Awards for Human Right Defenders en el Reino Unido. Comenzó su lucha ya hace años en el ámbito de los derechos humanos, defendiendo los derechos de comunidades indígenas, aunque desde hace 5 años su ámbito de actuación es el de la justicia en la búsqueda de personas desaparecidas, uno de los grandes retos en materia de derechos humanos que tiene México hoy en día. El interés por la defensa de los derechos de las personas más vulnerables y desprotegidas es lo que la llevó a esta labor y se mantiene ahí porque siente que es su vocación y convicción. 

“Hay momentos muy tristes, momentos llenos de desesperanza, pero también los hay que te van dando alimento y eso son las familias, son y serán lo más importante y quienes me animan a seguir adelante”.

Para Maricela de PdN también el gran reto es trabajar con autoridades, quienes considera que son la principal barrera a su labor. Su organización ha tenido que interponer diversas quejas ante Ministerios Públicos por obstaculizar sus investigaciones. Tener que confrontar a autoridades para defender los casos es lo que más le quita el sueño: 

“Lo que nos frustra, lo que nos llena de rencor, odio, es la propia autoridad, el como no hacen las cosas, el como no hay interés, no hay voluntad, sí hubiera voluntad para esclarecer los casos, de otra cosa estaríamos hablando”.

Carmen González

Carmen es natural de una comunidad rarámuri de la Sierra Tarahumara, pasó largo tiempo trabajando en la ciudad pero desde que volvió a su comunidad se dio cuenta que hay muchos problemas y necesidades. Participando de las asambleas comunitarias sintió que debía ser parte de la defensa. Lucha por lo que siente, por su familia, por su nieta.

“Algunos compañeros me dijeron, anótense, y me invitaron a ir a Chihuahua con ellos y dije: sí tengo tiempo. Me animé a unirme a esta defensa porque también mi mamá participaba y eso la acabó. Me nació coraje y mucha tristeza a la vez, que mi mamá se acabara en esta lucha y dije: pues yo también le entro.” 

En el caso de Carmen, se desanima al sentir que no comprende algunas cuestiones legales y como es difícil hacer entender la lucha a otros miembros de la comunidad. En muchos casos también su comunidad siente miedo ante las amenazas. 

“Tengo que esforzarme para que todos tengan ánimo, algunos se sienten muy tristes, hay muchas amenazas, no vivimos tranquilos, les da pendiente las niñas. Si denunciamos no hacen caso. Vienen los ministeriales a llevarte por ser defensora. Nos amenazan con que si decimos algo nos van a llevar o nos van a aventar”

Judith Gonzáles

Judith trabaja en el área de comunicación de la organización Alianza Sierra Madre (ASMAC), la cual apoya a varias comunidades de la Sierra Tarahumara en Chihuahua en la defensa de sus derechos. Ella procede también de una comunidad indígena del sur del país y creció viendo a su mamá participar en las luchas de los pueblos indígenas. Comenzó su andadura en el campo de los derechos humanos como reportera, y vió que lo que más le llamaba eran los temas de Tierra y Territorio a pesar de que apenas había apertura para esas temáticas. Para ella la defensa del territorio es también una lucha por la dignidad. Ahora, la Sierra la siente como su hogar.

Judith siente que por ser mujer y muy jóven, las autoridades que ya de por si no atienden a las organizaciones de la sociedad civil, no le ponen tanta atención, como si no tuviera bastante conocimiento de lo que hace. Por eso, cree que es muy importante documentarse bien y no dejar de alzar la voz para denunciar lo que sucede.

“Seguiremos hablando hasta que se nos escuche”. 

Estrategias de cuidado

En este contexto de violencia e impunidad, muchas defensoras se ven obligadas a trazar estratégias para cuidarse y protegerse ante los riesgos que implica su trabajo, lo que no es fácil pues en muchas ocasiones significa dejar de compartir informaciones y aislarse. 

Maricela trata de mantener a su familia alejada del trabajo, sabe que es arriesgado y  prefiere no involucrarla para que no tengan información de lo que ella sabe. De la misma forma, Carmen no siempre comparte qué hace y a dónde va, es consciente que en su comunidad debe caminar largas distancias sola y eso es un riesgo. No obstante, se ha dado cuenta de la importancia de contar con una red de apoyo. 

“A medida que la gente se da cuenta de que una anda haciendo cosas buenas, cuando comprenden lo que una hace, la apoya, no te dejan sola, te cuidan y te avisan de las amenazas que hay”. 

Para Judith también es muy importante contar con una red. Entiende que es fundamental buscar espacios de comunicación con el equipo y con personas cercanas para reflexionar sobre lo que sucede alrededor de su trabajo, y poder prevenir posibles riesgos. 

“Compartir es una forma de cuidado porque si no lo hago me quedaría estancada con estas emociones, en estos sentimientos. Es muy necesaria una red de acompañamiento, una red de personas que saben a lo que me dedico y que tienen este espacio para escucharme.”

Motivación e inspiración 

Ante lo apabullantes que pueden ser los retos a los que se enfrentan, las defensoras se agarran a su motivación y se inspiran en otras defensoras. Tal como dice Maricela, aunque a veces la realidad las supera, lo único que les queda es trabajar, saber que van camino a algo, aunque sepan que quizá no lleguen a ver los resultados. 

“Estamos luchando para que el horror de las desapariciones cambie y termine. A lo mejor nuestros hijos, nuestras hijas, son los que van a ver esos resultados. Yo tengo ese objetivo, voy a trabajar y luchar por ese objetivo: que en algún momento mi hijo, mi hija, no van a ver esa atrocidad. Es lo único en lo que nos podemos sostener.” 

Su inspiración son sus propios compañeros y compañeras, “el verles a ellas con tantos años de lucha, tan enteras, a veces afectadas psicológicamente y sentimentalmente, pero abrazándose y dándose fuerza”. También la fortalece ver a las familias en su lucha, caminando con perseverancia y fé.

Carmen desea que los territorios indígenas sean reconocidos por una nueva ley, que su comunidad pueda ver su territorio titulado y que se le permita vivir feliz y tranquilamente. “Ojalá lo vea antes de que me acabe”, dice, y aunque no siempre está tan segura de lo que hace, comprende lo que siente y actúa en ese sentido “porque cuando una está segura de lo que siente, Dios ve que está haciendo las cosas bien”. Sus hermanas la apoyan y la animan pues comprenden el significado de su trabajo, sin embargo, también comenta que “hace mucha falta que alguien nos oriente, a veces nos sentimos muy solas” y en ese sentido agradece el acompañamiento de Consultoría Técnica Comunitaria, organización de la sociedad civil chihuahuense acompañada por PBI.        

En esta línea, Judith desea que las comunidades logren el reconocimiento de su territorio y que las instituciones empiecen a tratar con dignidad a las personas indígenas cuando van a exigir sus derechos. Quiere poner su granito de arena desde su ámbito de acción: la comunicación, y desde allí la llena de fortaleza sentir el entusiasmo con el que la gente habla de su comunidad y su territorio,  verles cada vez más independientes en los procesos de defensa que hacen en la ciudad.  “También ver a las niñas y los niños felices es gran parte de mi motivación.” 

Como referentes, Judith cita a su madre, a sus amigas y a activistas locales como la directora de la organización ASMAC, Isela González y Ruth Fierro, abogada del Centro de Derechos de las Mujeres de Chihuahua.    

 

Ser defensora es un compromiso de vida, implica romper los estereotipos marcados por la sociedad patriarcal en un contexto de desigualdades estructurales, impunidad, corrupción, crimen organizado, misoginia, lgbtffobia, discursos de odio, extractivismo, políticas neoliberales y cierre de espacios democráticos. Ser defensora es enfrentar una doble violencia desde lo cotidiano, hasta nuestra acción pública, por el hecho de ser defensoras de derechos humanos y por el hecho de ser mujeres.

Debido a las múltiples agresiones que sufren las mujeres defensoras, han identificado  varias herramientas clave como las redes interpersonales, el autocuidado y el empoderamiento como la base del proceso de protección. Así aportan a la construcción de espacios seguros y de confianza para afrontar el aislamiento, para aprovechar recursos, herramientas y saberes colectivos; fortaleciendo la sostenibilidad de los movimientos y organizaciones desde la sororidad.

PBI seguirá acompañando a estas mujeres en sus luchas individuales y colectivas hasta que tengan las garantías que merecen para defender los derechos humanos y avanzar hacía una sociedad más justa.