Explicar qué significan 20 años de trabajo del Proyecto de Brigadas Internacionales de Paz en México no es fácil. Muchas metáforas nos vinieron a la cabeza cuando lo intentamos: Los cruces de personas, historias, diálogos, trabajos, manos, voluntades, corazones y sentires que se entrelazan entre personas defensorasel corazón de este proyecto—y el mar de personas voluntarias que han y continúan dando vida al mismo. En las palabras vueltas hilos que tejen diálogos, diálogos que se enhebran en acompañamiento, los intercambios que se tienden vertical y horizontalmente para formar una red. En los momentos y lugares que se tejen cotidianamente con distintos saberes y capacidades, por distintas personas, que son los hilos de una gran trama que, a estas alturas, nos permite decir que aunque en México el peligro sea una sombra constante sobre quienes han decidido parar la inhumanidad y defender derechos, si se suman voluntades se puede crear una malla que de soporte, que arrope y ponga el cuerpo entero, con cabeza, corazón, piernas, brazos y sentires para abrir los espacios que se necesitan para la paz.

 

 

“Tejer es idear, inventar, es decir, concebir una función y belleza a partir del más sencillo de los elementos” escribe Virginia Postrel y justo pensamos en la hermosa dignidad que se ha construido entre tantas y tantas personas defensoras de derechos humanos y personas voluntarias a lo largo de dos décadas. En cómo a partir de la palabra entrelazada por la confianza nace la protección, el cuidado, la seguridad, el camino de ida y vuelta; en cómo los abrazos necesitan dos personas para ser. Porque pensar en tejer es pensar en cooperar, en la suma que se tiene que hacer para darle forma y tacto. Aunque un principio del tejido es el cruce de dos hebras, los y las tejedoras hábiles pueden combinar colores, formas, hilos distintos, crear puntos más complejos. Nuestra tarea diaria es parecida, por la delicadeza pero principalmente porque es un trabajo dedicado, un cálculo y un hacer, un cuerpo comprometido que se dedica a acuerpar y ser compañero, compañera, compañere.

 

A decir verdad, este es un “festejo” retrasado, uno que tuvo que esperar porque el mundo tuvo que ponerse en pausa desde hace casi dos años. Es imposible no nombrar el reto que significa para una organización como PBI donde el acompañamiento físico es la base de nuestro trabajo, tener que asumir el distanciamiento físico. Con la preocupación por cómo se trastocaba nuestra vida y la de todo mundo, desde lejos tuvimos que lanzar con más fuerza y de formas más creativas porque durante este tiempo hemos aprendido que el mundo sólo se detuvo parcialmente. En México el peligro, los megaproyectos extractivistas, el despojo, la desaparición, las agresiones contra mujeres, personas de la diversidad sexual, migrantes y otras violaciones a los derechos de las personas continuaron. Y vimos también cómo, en medio de estos problemas tan delicados, estaban las personas comprometidas con la defensa los derechos humanos.

 

   

 

Acá pensamos y le dimos vueltas y vueltas a lo que hacíamos, a cómo sería el momento en que regresaríamos a terreno, a dónde se necesita acompañar y construir. En este camino que seguimos construyendo, pensamos también sobre cómo el sentido de la palabra cuidado se tiene que extender, porque también queremos decir que la ternura radical es fundamental para acuerpar y que se necesita una enorme cantidad de resilencia para funcionar, para caminar a pesar de la adversidad y a la distancia. La pausa obligada se volvió la oportunidad de repensar, de recolocarnos en otro lugar, pausar para volver a caminar.

 

Así que cuando tuvimos la primera oportunidad, nos convocamos para volver a vernos la cara y el cuerpo más allá de una pantalla, para tener espacios no sólo de trabajo, sino de intercambio, para reir y hablar mientras comentamos el café y las galletas, para recuperar eso que se transmite con los brazos, los ojos y los cuerpos en la plática relajada de entretiempos, porque ese hilo es fundamental en nuestra hechura, no sólo nos construimos sentados en mesas de trabajo, no sólo nos construimos hablando a una pantalla tras otra en tiempo real, sino también con todo ese sentir y pensar que se cuela en el compartir en presencia. El reencuentro fue maravilloso, había tanta vida y dignidad en un solo espacio, tantas ganas de volver a ver gente con luchas tan variadas y caminos tan distintos que se han cruzado también con el acompañamiento de PBI, con la solidaridad de muchas y muchos durante estos 20 años. Antes de empezar, trajimos con nosotras y nosotros a quienes nos han sido arrebatados en estos tiempos, ya sea por la pandemia, ya sea por que fueron asesinados, asesinadas por su labor. Nos reunimos alrededor de ellas y ellos, prendimos una vela y les hicimos presentes, porque su memoria también acuerpa a quienes continúan su lucha, porque como dice Abel Barrera, defensor en las montaña de Guerrero, son parte del “sueño de la humanidad: igualdad, justicia, respeto a los derechos humanos”.

 

Las personas defensoras que convocamos venían de tantos y distintos lados, fueron encontrándose y reencontrándose, pensando colectivamente y vimos cómo había preguntas en común que venían con ellos desde distintas latitudes, cómo parecía que durante este tiempo de distancia, desde diferentes lados se encontraban puntos en común y más de una cabeza asentía al momento de escuchar una experiencia de aquí o allá, cómo resonaba lo que se escuchaba atentamente. Entonces, de ahí, poco a poco se fue visualizando con más claridad lo que personas defensoras enfrentan en sus luchas cotidianas: la impunidad, la falta de voluntad del Estado por resolver los problemas de fondo, los intereses y poderes fácticos que dificultan la labor y perpetuan el abuso, la falta de seguridad ante los riesgos, el cierre de espacios para el diálogo con las autoridades y el Estado en diferentes niveles, pero principalmente, en el federal.

 

 

 

También hemos logrado organizar un diálogo entre representantes de los cuerpos diplomáticos de Canada, Reino Unido, Francia, Suiza, Suecia y Noruega y las personas defensoras de derechos humanos de lugares y contextos tan distintos como la sierra de Chihuahua, la costa de Guerrero, el valle de Puebla, el corazón de Oaxaca, la frontera norte. La oportunidad de dialogar en pequeños grupos resultó en un intercambio tan valioso que pronto y poco a poco, esperamos ver florecer en los territorios donde el peligro continúa, donde la solidaridad internacional podría hacer una diferencia.

 

Martín Beristain alguna vez escribía en sus diarios de trabajo en El Salvador y Guatemala: “ahí vamos, del ánimo al desánimo y de regreso”, y en estos tiempos donde la incertidumbre sigue dominando mucho de la vida cotidiana, desde el Proyecto México de Brigadas Internacionales de Paz vamos tratando de que, por ahora, sea más desde el primero, pero no podemos ignorar lo que está en juego. Acuerpar también implica aceptar que uno puede sentir preocupación y un corazón acongojado cada vez que interlocutamos con las personas defensoras sobre los riesgos y peligros que enfrentan y buscamo construir espacios de paz de largo aliento. Por ello seguimos pensando en cuáles son los hilos que vamos a hilvanar y cómo los vamos a seguir cruzando con las personas defensoras, con nuestra red de apoyo, con la solidaridad internacional. Con los muchos caminos y espacios donde podríamos y seguiremos teniendo presencia en este país tan complejo en el que se necesita seguir tejiendo con estrategia, inteligencia, trabajo constante, cuidado, compromiso, ternura radical, paciencia y mucho amor. Ese es, quizás, el primer aprendizaje después de 20 años.

 

 

Tú también puedes sumarte a seguir tejiendo redes de cuidado para las personas defensoras de derechos humanos, para que podamos seguir abriendo espacios para la paz. Puedes realizar una donación aquí:

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